Yo amaba «Masters of sex»; esa estética tan cuidada que tanto me recuerda a «Mad men», esos diálogos tan llenos de matices, esa tensión sexual tan bien resuelta entre los protagonistas, esa fotografía tan arriesgada… como he dicho, yo amaba «Masters of sex», pero superado el ecuador de la segunda temporada de la serie, ya no sé si me gusta.
Cuando una serie tiene una primera temporada tan redonda, con ese capítulo final tan impresionante que deja al frío y orgulloso Bill Masters rogando amor ante una atónita Virginia Johnson, es difícil mantener el nivel, pero creo que las cosas se les han ido de las manos a los guionistas de esta magnífica producción de Showtime.
No todo es malo en la segunda temporada, el capítulo en el que Masters y Johnson comparten habitación de hotel y pelean física y psíquicamente como si de un combate de boxeo se tratara, para acabar dejando desnuda el alma del frío doctor, es de lo mejorcito de la serie y muestra el poderío de Charlie Sheen y Lizzy Caplan, y otras tramas transversales como la que muestra la poderosa amistad entre Virginia y la doctora Lillian DePaul a través de la enfermedad terminal de la segunda o la evolución de Betsy, el personaje cómico de la serie, son realmente acertadas, pero después empiezan esos pequeños errores que destruyen la perfección de la primera temporada.
El aparente racismo del personaje de Libby, que ha pasado de ser una mujer naïf y generosa a una señora altiva y con un punto obsesivo, que es medio racista, pero a la vez se siente atraída por los hombres de raza negra, la desaparición de la trama de Burton y su homosexualidad, la oculta vida sentimental de Virginia, que aparece de la nada o el salto de varios años en un solo capítulo sin sentido alguno, son solo algunas de las apuestas que no terminan de encajar.
Aún así, «Masters of sex» sigue siendo una delicia, una de las mejores series de la actualidad, la mejor serie de los años 50/60 con permiso de la siempre grande «Mad men» y una apuesta arriesgada y diferente; pensándolo bien, puede que ya no ame «Masters of sex», pero puede seguir siendo una buena amiga.
Redactor: José Miguel Esporrín