Tras una intensa promoción que ha llenado las paredes de todas las ciudades españolas con ese cartel de Brad Pitt con ese peinado, que ha copiado media población masculina, apoyado en su tanque, ha llegado a las pantallas españolas: «Corazones de acero», conocida en el resto del mundo como «Fury» (¡Qué manía tienen las distribuidoras de cambiar los nombres!)
La cinta, dirigida por el prolífico David Ayer, muestra los problemas a los que se enfrenta el equipo liderado por Don Collier, el personaje de Brad Pitt, en la Alemania del final de la Segunda Guerra Mundial, en la que los americanos iban eliminando los resquicios nazis pueblo a pueblo. A bordo de su tanque, Don Collier, un líder duro pero honesto, respetuoso pero despiadado, irá eliminado nazis por docenas con la ayuda de su equipo; que forman un mexicano con buen corazón, que interpreta Michael Peña, un loco que ha perdido la humanidad durante la guerra, al que da vida Jon Bernthal, un joven creyente, que no cesa de citar pasajes de la Biblia, interpretado por Shia LaBoeuf y un novato sensible y desconcertado, que se convierte en el ojito derecho del líder y al que interpreta con credibilidad Logan Lerman, un actor muy prometedor, que ya se comía la pantalla en «Las ventajas de ser un marginado».
Y es en la relación entre el personaje de Pitt y el joven Norman donde «Corazones de acero» vive sus mejores escenas, en el primer tramo de la cinta, cuando el líder obliga a un desesperado Norman a disparar a un dirigente nazi para que aprenda lo que es la guerra y pasado el ecuador, cuando ambos comparten un momento de fraternidad y simbolismo en la casa de unas mujeres alemanas, que acaba, como no, de manera más que trágica.
La cinta roza el gore, es directa, no duda en disparar al espectador con escenas repletas de sangre y crueldad; es espectacular en algunas escenas de contienda, es poderosa en su cierre y además, y por sorpresa, se atreve a criticar (aunque no mucho) al bando americano, mostrando que los nazis no dudaban en matar a sangre fría a las mujeres y los niños que no les apoyaban, pero que los americanos también aprovechaban la situación para matar sin miramientos y abusar de las mujeres alemanas.
Aunque al final se acerca demasiado al cine bélico convencional con discurso religioso incluído y se esfuerza más en demostrar que la guerra es cruel que en las relaciones humanas, «Fury» es una película que funciona, tiene una banda sonora excelente y servirá para saltar a la primera división de Hollywood a Logan Lerman, y si no, tiempo al tiempo.
Redactor: José Miguel Esporrín