Asistimos, el 23 de diciembre al Café Central de Madrid, a una de las únicas cuatro funciones, representadas en Madrid, de «FRIDA, VIVA LA VIDA», protagonizada por Úrsula Murayama.
Un espectáculo en vivo, un monólogo en el que Úrsula Murayama da vida a Frida Kalho y durante toda represetación. Un ambiente íntimo, en el que no dejas de sentir la presencia y esencia de Frida. Desde el minuto uno, te adentras en su personaje, te transmite su sufrimento físico por los dolores de su pierna y emocional, a través del amor a Diego, al que habla constantemente, mediante una fotografía colgada en una columna. Consigue transmitir al espectador esa carga emocional del personaje de Frida, una mujer inconformista, luchadora, reivindicativa… muy enamorada de Diego, que está presente durante toda la representación, el infinito amor a Diego, vinculado al sufrimiento que este le origina, que plasma tanto en sus pinturas como en sus frases.
Nos habla de temas que no podemos evitar que asociamos a Frida, como la soledad, la pintura, los motivos por los que pinta, el dolor, la enfermedad, la vida y la muerte, el amor, el sufrimiento, la belleza, el color y las flores, el cansancio, la fortaleza.
Un espectáculo realmente interesante, tanto por el personaje de Frida, que realmente es maravilloso, como por la puesta en escena.
Todo el mundo cree conocer a Frida Kahlo, saberlo todo de ella. No en vano, es la artista latinoamericana más valiosa del mundo. Inteligente, peleona, rompedora, moderna, lúcida. Todo eso sabemos de Frida. Pero ahora vamos a conocerla mejor. Vamos a hacer un viaje de su mano. Frida regresa del más allá para narrarnos, a rirmo de humor y dolor, su vida, sus emociones, sus penas con alegría y sus alegrías con más alegría todavía.
Acompañada de su música favorita y sus frases más mordaces e ingeniosas, esta función nos desvela a una mujer sensible,
divertida y vehemente como nunca se le ha visto.
Esta obra de teatro pretende aproximar al espectador en un día de la vida de la artista para que salga con la sensación de que la tragedia puede llegar a ser un gozo.
«La acción transcurre en un día de muertos en la cocina de la Casa Azul de Coyoacán. Mientras Frida cocina y espera a sus invitados ella evoca a Diego, Trotsky, Breton, Rockefeller, París, Nueva York, el recuerdo del accidente y surge inevitablemente la presencia de la Muerte. El humor, la risa, el tequila, las pinturas, sus “cuatachones”, los aromas, sus recuerdos, sus miedos, sus dolores y fundamentalmente su alegría de vivir son una constante a lo largo de la obra.
Muchos de los textos de la obra fueron extraídos de cartas y escritos de Frida; son literales sus impresiones sobre París, Estados Unidos, México, André Breton, lo que pensaba sobre los artistas y los intelectuales, la narración del accidente; el texto está salpicado de títulos de cuadros de Frida, así como frases o poemas escritos en su diario. Creo que la voz de Frida se deja escuchar nítida y verazmente en este monólogo”.
Humberto Robles.